Corría el otoño de 1901 en la localidad alemana de Frankfurt. Allí una mujer acababa de ser ingresada en una clínica mental al acusar trastornos de personalidad. Al día siguiente de su ingreso, un doctor de 37 años se reunió con ella por primera vez. el doctor Alzheimer no era la primera vez que veía personas con síntomas parecidos.
La mujer, de unos 50 años, había empezado a perder la memoria, y con el tiempo alteró su conducta. Se mostraba inquieta y desazonada.
El doctor en sus entrevistas con ella anotaba diálogos como estos:
-¿Como se llama?
-Auguste
-¿Se Apellida..?
-Auguste
-¿Cómo se llama su marido?
-Auguste creo..
-¿Está usted casada?
-Con Auguste.
..........
-¿Cómo se encuentra?
-Es siempre uno como el otro. ¿quien me ha traído aquí?
-¿Cuando nació?
-En mil ochocientos y...
-¿En que año nació usted?
-En este año, no, el año pasado.
-¿Qué le he preguntado?
-¡Ay, D. Auguste!
Alzheimer le mostró diferentes objetos que ella sabía nombrar, sin embargo, posteriormente le preguntaba que le había enseñado y era incapaz de responder. En otra ocasión le dijo que escribiera su nombre completo, Señora Auguste D., en cambio se detuvo después de Señora y fue incapaz de hacerlo hasta que le pidió que escribiera cada palabra por separado.
Estos síntomas hicieron que el doctor le prestara gran atención a su caso.
Con el transcurso del tiempo la conversación con Auguste se volvió ininteligible. Cada vez su carácter era mas apático, casi no comía, y en 1906 poco antes de cumplir 56 años murió.
En 1906 el doctor Alzheimer ya no trabajaba en la clínica mental. Ejercía de ayudante científico de Emil Kraepelin, un psiquiatra que pensaba que las enfermedades mentales tenían una base biológica.
A pesar de no trabajar ya en la clínica un colaborador suyo le mando el cerebro de Auguste D.
Alzheimer estaba al cargo del laboratorio anatómico y tenía multitud de medios para examinar el cerebro.
Al analizarlo observó grandes partes del cerebro con atrofia. Seccionó, tiñó y observó al microscopio para confirmar la gran cantidad de neuronas muertas. En otras neuronas se formaban fibrillas peculiares. Y por toda la corteza había una sustancia desconocida formando placas.
Lo que encontró no es ni más ni menos que las características definitorias de la enfermedad del Alzheimer. Una gran mortandad de neuronas, agregados insolubles de la proteína tau, y formación de placas beta-amiloides en los espacios interneurales.
Para saber más: Mente y Cerebro Septiembre y Octubre de 2010
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